Ayer por debajo de mi estudio, pasó San Bernabé camino del Muro del Revellín. Se paró para saludarme, me miró, agitó la palma que lleva en la mano y me invitó a tomar un pez y un vino de los que hoy no podrá repartir mi director de obras y brindar juntos por él.
Este año, por lo menos, no hace honor a su apodo y calienta un sol espléndido.
Viva Logroño! Viva San Bernabé!
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