Una de mis últimas obras la he tenido debajo de su casa. Todos los días, puntualmente, me facilitaba el parte de la misma, hoy está trabajando fulano, hoy mengano, parece que hoy no ha venido nadie aunque la verja estaba echada a medias, pues eso ha quedado bien, etc.
En estos últimos años, nunca fue un jubilado-ingeniero de los que se paran ante cualquier obra o zanja abierta de las miles que nos rodean en la ciudad, sin embargo siempre se interesó por las mías y escuchó atentamente las explicaciones del día a día de mi ejercicio profesional. Admiró a las personas que le transmití mi admiración por ellas y tachó de la lista a mis tachados. Nunca pudo entender por qué los arquitectos tenemos que apurar la entrega de un trabajo hasta el último minuto ni por qué las obras siempre se acaban con retraso sobre la fecha prevista. Se sintió orgulloso de mis resultados, fueran del signo que fueran.
Fue otra de mis guías favoritas de Logroño, dándome todo tipo de datos de lo que había sido un cierto edificio o local, aderezado y acompañado siempre de historias personales, con nombres y apellidos, de habitantes, de ciudadanos, las cuales daban auténtico sentido a los edificios y a la ciudad. Estábamos retomando un artículo escrito a cuatro manos (o se dice a dos?) empezado hace un tiempo, sobre una pequeña parte de Logroño.
Visitó médicamente muchas viviendas en innumerables edificios de Logroño a horas intempestivas y vivió anécdotas dignas de un guión de Azcona; cuántas veces le hemos oido "esto lo coge Rafaelito Azcona y vamos...!"
Fue un lector asiduo de mis cartas a Carlota de las que no dudaba en advertirme, preguntarme, opinar, felicitar e incluso llorar con aquellas columnas publicadas en elhAll colegial.
Por más tiempo que estés con alguien, siempre quedan cosas por decir. De él aprendí el esfuerzo, la capacidad de trabajo, la responsabilidad y la pasión por su profesión. Sin embargo, no he sido capaz de alcanzar ni de lejos su orden, su memoria prodigiosa ni su rendimiento profesional.
Desde luego, fue un buen director de obra, y ahora me refiero a la suya. Sabía lo que quería en cada momento y dirigió con claridad a cada uno de los gremios implicados para obtener el resultado proyectado, superando las crueles contrariedades que toda obra conlleva, con dolor y sabiendo buscar el apoyo que siempre encontró en los suyos.
Se ha ido tranquilo, lúcido y con los deberes hechos.
He perdido a un buen director de obra, sin embargo, me queda un padre para siempre.
2 comentarios:
Dicen que a quien a su padre se parece, honra merece. Y no me cabe duda que tu mereces, entonces, mucha, porque está claro que San Jose Luis se refleja en lo mejor de tu forma de sentir, ser ,y en tu oficio ... y puede que se transparente en tí, por que, en efecto, ha hecho muy bien los deberes. Casi no hace falta ni fijarse. ¡Pedazo de padres los nuestros! Un abrazo y recuerdos de San Julian, otro hombre bueno.
¿Has visto el último?...Que no me comentas nada...Aquí estoy por fin, en tu post más emotivo para dedicarle a tu Jefe de Obra, nuestro Documentalista, el próximo trabajo conjunto. Un abrazo
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