Dicen las crónicas que Tolo ya está en el cielo, por lo tanto ya es San Tolo, y que está endulzando la eterna vida de todo el santoral, incluido mi sanblogtoral, con sus caramelos y su paciencia infinita hacia aquellos santos traviesos (unos cuantos, por lo menos entre los míos) que le intentan birlar algún flag golosina al menor descuido por su parte, a imagen y semejanza de los mortales.
Pero yo lo añado a mi sanblogtoral por otros méritos. Como le comentaba al fotográfo justiciero (al cual le he chorizado un par de fotos, sin ningún cargo de conciencia, puesto que él ha hecho ídem) mi admiración hacia Tolo era por su don de la ubicuidad, estaba a la salida de todos los colegios a la misma hora de salida escolar, en Maristas, Escolapios, Enseñanza, Adoratrices, etc; y por la obra de ingeniería que me parecía su carrito. Cada mes el vuelo de los esbeltos brazos que daban cabida a sus productos, aumentaba de forma exponencial, al igual que su toldo, que los protegía de las inclemencias del tiempo; todo ello si aumentar la base. Un prodigio.
Por supuesto, su amabilidad y educación hacia todos es lo que también queremos recordar en este momento.
Pero el sentimiento no es de ahora, puntual y efímero, por el hecho de su fallecimiento, sino que ha sido eterno para una larga serie de generaciones (mi padre hoy me contaba que siendo él chaval ya andaba Tolo por ahí con su padre y su hermano vendiendo a la salida de las clases del instituto, en tiempos de la República) Tanto que incluso era motivo de disfraz. Felicito a ese chaval, que ha elegido un auténtico personaje, no uno de pacotilla tipo Spiderman, para disfrutar de la fiesta. Incluso no ha dudado en hacerse con una obra de nuestro carpintero Woody para reproducir la belleza del disfraz dándole máximo realismo.
Y si lo elevo a mis altares, y esto es una reflexión de ahora, es porque Tolo ha sido ciudad, siendo ése su mejor ejemplo, ser ciudad. Un elemento vivo, con nombre propio, conviviendo con sus vecinos, móvil, capaz de conectar espacios y tiempos de este Logroño lleno de zombies aturdidos en la falsa maraña creada entre políticos y medios.
La ciudad necesita Tolos, y por supuesto que los hay, pero deberíamos ser capaces de verlos, de identificarlos y mezclarnos con ellos contagiándonos de su urbana actitud para contrarrestar tanta idiotez.
Sin ir más lejos, con Maristas y Escolapios a tomar por saco, Tolo tendría que vestirse al estilo regreso al futuro y usar un carrito volador para llegar a sus compromisos escolares.
Pero Tolo, como pieza inteligente de la ciudad, no ha caido en la trampa y está mucho mejor donde está, urbanizando el cielo.
2 comentarios:
En vez de café o copa te cedo las reproducciones, je
Ruega por nosotros.
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