Ahora, de un tiempo a esta parte, incluso con tabaco (demasiado en alguna ocasión) y cañas de por medio, me falta uno de aquellos factores, fundamental, el del sonido, ese que en aquel concierto manejaba el personaje del fondo de la sala de forma anónima consiguiendo esa magia.
Y lo que es peor, no volveremos a escucharlo, con la sutileza de su oido jazzero curtido a base de recorrer los trastes de su Fender bass.
Nos la has jugado, canajazz. Pero celebraremos San Jazzvier en cada concierto que estemos y brindaremos por tus buenos sonidos presentes en nuestra memoria acústica.
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