miércoles, 17 de junio de 2009

San Bernabé, el meón II

Y allí estuve, comiendo pan, pez y vino, como manda la tradición. Y allí nos acogieron en su nombre los cofrades. Y con especial agradecimiento a Luis, Marta, Eduardo y Lorenzo.

Y allí brindé con vino de Briones junto a dos exalumnos (qué mal lo debíamos hacer, que acabaron siendo fotógrafos) Zuri y el autor de ésta y las otras fotos que he tomado prestadas de su galería en larioja.com, Justo, el de la Canon deslizante.
Y allí nos emocionamos con los banderazos dedicados por el alcalde.

Y mi sobrina y ahijada, Carmen, repartió las raciones en conmemoración suya y sin perder la sonrisa.
Y él, habrá echado mucho de menos no estar allí, con todos.

jueves, 11 de junio de 2009

San Bernabé, el meón

Ayer por debajo de mi estudio, pasó San Bernabé camino del Muro del Revellín. Se paró para saludarme, me miró, agitó la palma que lleva en la mano y me invitó a tomar un pez y un vino de los que hoy no podrá repartir mi director de obras y brindar juntos por él.
Este año, por lo menos, no hace honor a su apodo y calienta un sol espléndido.
Viva Logroño! Viva San Bernabé!

viernes, 5 de junio de 2009

San José Luis, director de obra

Una de mis últimas obras la he tenido debajo de su casa. Todos los días, puntualmente, me facilitaba el parte de la misma, hoy está trabajando fulano, hoy mengano, parece que hoy no ha venido nadie aunque la verja estaba echada a medias, pues eso ha quedado bien, etc.
En estos últimos años, nunca fue un jubilado-ingeniero de los que se paran ante cualquier obra o zanja abierta de las miles que nos rodean en la ciudad, sin embargo siempre se interesó por las mías y escuchó atentamente las explicaciones del día a día de mi ejercicio profesional. Admiró a las personas que le transmití mi admiración por ellas y tachó de la lista a mis tachados. Nunca pudo entender por qué los arquitectos tenemos que apurar la entrega de un trabajo hasta el último minuto ni por qué las obras siempre se acaban con retraso sobre la fecha prevista. Se sintió orgulloso de mis resultados, fueran del signo que fueran.
Fue otra de mis guías favoritas de Logroño, dándome todo tipo de datos de lo que había sido un cierto edificio o local, aderezado y acompañado siempre de historias personales, con nombres y apellidos, de habitantes, de ciudadanos, las cuales daban auténtico sentido a los edificios y a la ciudad. Estábamos retomando un artículo escrito a cuatro manos (o se dice a dos?) empezado hace un tiempo, sobre una pequeña parte de Logroño.
Visitó médicamente muchas viviendas en innumerables edificios de Logroño a horas intempestivas y vivió anécdotas dignas de un guión de Azcona; cuántas veces le hemos oido "esto lo coge Rafaelito Azcona y vamos...!"
Fue un lector asiduo de mis cartas a Carlota de las que no dudaba en advertirme, preguntarme, opinar, felicitar e incluso llorar con aquellas columnas publicadas en elhAll colegial.

Por más tiempo que estés con alguien, siempre quedan cosas por decir. De él aprendí el esfuerzo, la capacidad de trabajo, la responsabilidad y la pasión por su profesión. Sin embargo, no he sido capaz de alcanzar ni de lejos su orden, su memoria prodigiosa ni su rendimiento profesional.

Desde luego, fue un buen director de obra, y ahora me refiero a la suya. Sabía lo que quería en cada momento y dirigió con claridad a cada uno de los gremios implicados para obtener el resultado proyectado, superando las crueles contrariedades que toda obra conlleva, con dolor y sabiendo buscar el apoyo que siempre encontró en los suyos.
Se ha ido tranquilo, lúcido y con los deberes hechos.

He perdido a un buen director de obra, sin embargo, me queda un padre para siempre.