El otro día tuve una boda. Es verdad, no suelo usar traje habitualmente, pero oye, al verme en el espejo exclamé "¡si me parezco a Obama!"Más tarde, en el convite, una buena amiga me certificó mi buena y democrática presencia, al solicitarme muy en serio que me presentara para alcalde.
Le estuve dando vueltas esa misma noche bajo los efectos del alcohol de la fiesta y el mareo de tanto baile y no llegué a ninguna conclusión.
Un par de días más tarde, tras analizar la crisis profesional y sobre todo tras ver este vídeo que circula por internet, lo tuve claro.
Me presentaré a Decano si tengo suficiente apoyo en los comentarios de este post.
La pelota está en vuestro tejado.
Yo traje ya tengo.

En la segunda instantánea se aprecia su capacidad de concentración en el solo que se marcó con su Hammond en el famoso blues Sacramentarium Leonianum durante su concierto en la basílica que lleva su nombre Santa Cecilia in Trastévere sobre el mismísimo río Tíber, curando la ceguera de los romanos allí presentes, gracias a la poesía de su música.
Bien, pues toda esta intro sirve para fijarnos en la arquitectura que acompaña ambas escenas de las instantáneas (ya sé que no se ve un carajo, pero me entendéis perfectamente) y compararlas con las de esta actuación que la Big Band Piccolo realizó por San Juan de un año de éstos, en los adelaños de la calle del Santo recién citado.
Como fondo de una buena (o incluso mala) música no puede aceptarse semejante arquitectura. Ya sabéis, se trata de la plaza del arbolito (la primera foto se donó al 

¡Ver para creer!
El otro día se habló mucho de Santa Maravillas. Que si Bono tal, que si Mariano cuál, que si es igualita que Zaplana, que si bla bla bla. La maraña mediática con la que nos quieren adormecer con su zumbido atolondrado.


Algún domingo compro Pasajes de arquitectura, como pasaje de entretenimiento dominical, y juro por Santa Maravillas que me parece todo un fa(rqu)st-food, indigesto, a la par que ligerito y sin chicha que mascar, eso sí, con un packaging de pieles muy a la moda, con unas muy rendersuales (incluso renderxuales) infografías, con las que el empacho está asegurado. Al acabar de ojearla, me juro no volver a pecar, pero ya se sabe que a estos productos les echan sustancias adictivas, y a los meses, ofendo de nuevo.








Dícese de todo aquel con actitud poco detallista, importándole un carajo el resultado final y mucho menos pararse a pensar 2 minutos; y que bajo el famoso lema de sus seguidores "qué chorra más da" arrasan las ciudades y pueden con el ánimo de los seguidores de San Mies, cuando profanan todos y cada uno de los mandamientos dictados por él.
Adjudican los antiguos modernos, con fines propagandísticos, la frase "Dios está en los detalles" a Mies van der Rohe para intentar resumir su forma de hacer. No tengo certeza de que la pronunciase una sola vez, pero como es una cuestión de fe, me lo creo. Así que venero al dios del detalle y le rindo pleitesía a él y a uno de sus profetas, Carlo Scarpa, como sumo sacerdote detallista y me declaro creyente de esta olvidada creencia e intento ser, en lo que puedo y me dejan mis clientes, practicante.


Pero si os fijáis bien en la foto de prensa aparecida hoy mismo, su mirada ratifica lo escrito en sus trabajos Doce disputas quodlibetales y Ocho tratados sobre teología. También se puede observar que porta la maqueta de una de las escuelas infantiles en una mano, y en la otra el pliego de prescripciones técnicas del negociado invitado lleno de erratas, cortas y pegas por doquier, tipografías y tamaños de fuente diversos, y planos invisibles.
