Ya, ya sé que santo es más que beato, que yo soy de los tontos que hice la mili y me chupé doce añitos en Maristas y aquello del escalafón me lo sé. Pero para mí, este santo reciente (canonizado en el año 1999 por Juan Pablo II) siempre será el beato Marcelino Champagnat, fundador de los HHMM, como bien nos lo grabaron en nuestro cerebro y bordado en las batas sus hermanos sucesores. Y por eso no puedo ahora de buenas a primeras quitarle el beato aunque sea para ascenderle.
Tenía un retrato enmarcado en todas las aulas del edificio de Calvo Sotelo 40, muy cerca del retrato también enmarcado de Franco (en mis últimos tres cursos, se sustituyó por uno de Juan Carlos I muy jovencito y con cara de susto, por cierto).
Pero el recochineo de la maldad del torturador, es la frialdad con que ha dejado tuerto de su único ojo al edificio de Agapito, arrancándole aquel reloj que nos dio minuto a minuto la vida durante aquellos largos doce años.
Y esto no se le puede hacer a ningún exalumno, y por supuesto, mucho menos al beato, el cual me sigue sonriendo, luego algo de razón tendré.
A mí el beato, me caía bien. Primero porque siempre estaba sonriendo giocondamente, después porque siempre nos contaban sus buenas obras con los niños, con los que hizo practicar la disciplina preventiva y prohibió todo castigo físico (¿?), para educar hay que amar, decía. Y no me generaba temor porque desde el retrato parecía difícil que nos pudiera dar con una caña de tres metros, tirarnos una chasca de madera a la cabeza, nos elevase del suelo por las patillas o que nos atizara en las corbas con una regla de madera de 50 cm de longitud. Y tercero, y sobre todo, porque siempre pensé que era pariente de Mortadelo, ya que usaban el mismo tipo de lazada al cuello y negra sotana con los pantalones adivinándoseles por debajo.
En mi anterior entrada, Santo Stock, hacía alusión entre otras tipologías a la de estado en ruina debido a la avaricia de los especuladores como es el caso de Maristas, cuya imagen actual y me temo que va a durar un buen rato, es lamentable, imperdonable, cabreante y mil adjetivos peyorativos más. Ya hablé hace tiempo de Maristas en elhAll 73, volviéndome a preguntar con qué derecho especularon con nuestra memoria, aumentado ahora hasta la ofensa, la imagen de desolación con la que nos escupe a la vista y al espíritu su estado actual.
En mi anterior entrada, Santo Stock, hacía alusión entre otras tipologías a la de estado en ruina debido a la avaricia de los especuladores como es el caso de Maristas, cuya imagen actual y me temo que va a durar un buen rato, es lamentable, imperdonable, cabreante y mil adjetivos peyorativos más. Ya hablé hace tiempo de Maristas en elhAll 73, volviéndome a preguntar con qué derecho especularon con nuestra memoria, aumentado ahora hasta la ofensa, la imagen de desolación con la que nos escupe a la vista y al espíritu su estado actual.
Y vuelvo a preguntar a todos los niños que nos fotografiamos año tras año en aquella arquitectura, ¿no vamos a hacer nada?, ¿no vamos a decir nada?. Esto es memoria histórica de la ciudad y tendrán que hacer algo, tirarlo, construirlo, reconstruirlo, rehabilitarlo, reformarlo, legalizarlo, especularlo, pelotacearlo o lo que sea, todo menos dejarlo en ese estado de sufrimiento, de martirio intemporal. Ya lo asumí, murió, pero por el beato, hay que acabar con tan disparatado sufrimiento.
Pero el recochineo de la maldad del torturador, es la frialdad con que ha dejado tuerto de su único ojo al edificio de Agapito, arrancándole aquel reloj que nos dio minuto a minuto la vida durante aquellos largos doce años.
Y esto no se le puede hacer a ningún exalumno, y por supuesto, mucho menos al beato, el cual me sigue sonriendo, luego algo de razón tendré.
2 comentarios:
Te tengo que dar una clasecilla de Blogger para que se puedan ampliar las fotos que pones porque esas tres de los niños creo que merecen ampliación ¿verdad?
Mi cuñado se creía que le daban fiesta porque era su cumpleaños, coincidía con el 6 de junio, día del beato Marcelino Champagnat...
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